La sexualidad forma parte de
nuestra vida como un valor que nos acompaña desde que nacemos hasta que
morimos. No es solo las relaciones sexuales en pareja, la seducción o las
practicas de tipo genital. Es la forma en la que nos sentimos como seres
sexuales, es algo biológico y natural que no podemos negar si queremos vivir de
forma saludable física y mentalmente.
Esta forma que tenemos de
vivirnos como seres sexuales se determina en muchas formas por la manera que nos
educan. Está en nuestras manos la educación sexual de las nuevas generaciones.
Educar en el afecto
Es importante educar a los niños
de forma que perciban su cuerpo como algo valioso que deben cuidar, la salud
del cuerpo es indispensable para satisfacer nuestras necesidades vitales y
mantenernos vivos. Estas necesidades vitales no son solo comer, beber, dormir y
mantener una temperatura corporal adecuada; los seres humanos necesitamos para
sobrevivir afecto y contacto físico. Experimentos con bebés prematuros, por
ejemplo, determinaron una mejoría notable en los niños que recibían afecto y
caricias continuas. Somos seres sociales y necesitamos afecto para que nuestras
funciones básicas se efectúen correctamente.
La educación en afectividad debe
ser desde el nacimiento, el contacto físico, los abrazos, los besos y las
demostraciones de cariño que se dan a los hijos, marcan su forma de
relacionarse más tarde con sus iguales. Es importante que sepan demostrar sus
sentimientos, que se sientan cómodos con las muestras físicas y verbales de
cariño y que canalicen de forma adecuada sus emociones.
En nuestra cultura se premia el
no ser emocional, el no llorar y no demostrar en exceso las emociones que
consideramos negativas. Por ejemplo un chico que llora es una nenaza y una
chica que llora es “demasiado sensible”, la estoicidad es más valorada que la
emotividad. La expresión de las emociones siempre es positiva, y el no saber o
no poder sacar emociones intensas influye incluso en nuestra salud física.
Cuando algo nos duele es esencial llorar y gritar, no con un fin de que alguien
nos ayude sino simplemente por nosotros mismos, para canalizar la energía tan
intensa que sentimos en ese momento. El mensaje de que expresar las emociones
no es adecuado influye también en nuestras relaciones sociales desde pequeños y
crea serios desequilibrios emocionales que requieren un trabajo mayor de
mayores.
¿Es la educación en prevención suficiente?
Normalmente se interpreta la
educación sexual a los hijos como educación en prevención. Esto está muy bien y
es importante informar a nuestros hijos de temas como la prevención de ETS y
embarazos, pero no es lo único ni lo más importante.
La educación sexual no se hace
solamente sentándose a soltar la charla sobre un tema en particular, en
realidad lo que es eficaz y lo que los niños adquieren realmente es la forma de
tratar los temas en el día a día. Por eso, aunque nos planteemos transmitir
unos valores a nuestros hijos, sean de tipo sexual-afectivo o no, si nosotros
no tenemos esos valores, si no nos los creemos no podemos transmitirlos
adecuadamente.
Seguramente todos los padres
quieren que sus hijos vivan su sexualidad de una forma sana y natural, que no
contraigan enfermedades, que puedan controlar la natalidad, que disfruten y que
no tengan ningún tipo de disfunción que les impida ese disfrute. La educación
en sexualidad, que es amplia y que abarca desde la afectividad hasta el placer
o el conocimiento del funcionamiento del cuerpo o el del sexo opuesto, es
difícil de tratar y difiere en opiniones en cuanto a que es lo adecuado a cada
edad.
Transmitir los mensajes adecuados.
Es importante, sobre todo, que no
se perciba un ambiente de censura en casa, que los niños sepan que pueden
preguntar lo que quieran y obtener una respuesta clara y adecuada a su nivel de
comprensión. Es esencial, por ejemplo, el tratamiento de la desnudez: no se
trata de exhibir los cuerpos desnudos, sino de tratar el cuerpo como algo
natural. Si cerramos puertas y nos escondemos ante nuestros hijos y les
reprendemos cuando ellos no lo hacen, estamos enviando un mensaje del cuerpo
como algo malo que hay que esconder.
Hay que distinguir entre lo tabú
y lo íntimo y saber delimitar esa línea con los hijos. Que algo sea adecuado
solo para la intimidad no significa que sea malo. Sabemos hacerlo perfectamente
por ejemplo con hacer pis o caca, sabemos transmitir a nuestros hijos que es
algo perfectamente natural pero que es mejor hacerlo en la intimidad. Podemos transmitir
el mensaje adecuado para que el niño entienda donde puede hacer sus
necesidades, sin interiorizarlo como algo negativo o sucio, simplemente
relacionándolo con un lugar en concreto que, este caso, es el baño.
Desde bebés todos los niños
exploran su cuerpo, se tocan los pies, las piernas, las manos, las orejas, la
tripa…y también los genitales. Los genitales, obviamente son más agradables de
tocar y sin relacionarlo con nada sexual niños y niñas suelen insistir en tocar
esas zonas. Normalmente se les aparta la mano y se les dice lo sucio y cochino
que es tocar eso, sobre todo a las niñas. Todos los mensajes que recibimos en
la primera infancia se nos quedan para siempre, inconscientemente lo
arrastramos y recordamos durante toda nuestra vida. Lo correcto sería, al igual
que con el pis, aclarar al niño a cierta edad (a la edad en la que pueda
entender el mensaje) que tocar su cuerpo está bien si le gusta pero es mejor
hacerlo en la intimidad. Hasta que puedan entender el mensaje la mejor actuación
cuando tocan sus genitales es no hacer nada, hay que pensar que cualquier señal
de apartarle la mano, regañarle etc. puede marcar su sexualidad para siempre.
1 comentarios:
Es bueno saber todo, uno como padre muchas veces se pierde en cómo explicar o afrontar ciertas situaciones sin meter la pata. Un saludo
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