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jueves, 18 de noviembre de 2010

La sexualidad en la vejez

A pesar de que poco a poco se van eliminando mitos, la vida sexual en la vejez sigue cargada de prejuicios sociales. Los mismos ancianos muchas veces asumen el fin de su vida sexual a partir de cierta edad.

Es cierto que en la vejez se presentan una serie de cambios físicos y psicológicos que afectan a la forma de vivir la sexualidad, pero ni mucho menos la anulan. La emancipación de los hijos, la pérdida de amistades y familiares (o incluso de la propia pareja), la disminución del ritmo en la vida diaria y el deterioro físico pueden llevar al hombre y la mujer mayor a un estado anímico bajo que no ayuda al restablecimiento de la vida sexual.

Algunas capacidades físicas se ven mermadas por los deterioros típicos de la edad y los efectos de algunas enfermedades específicas que pueden afectar a las distintas fases de la respuesta sexual.
En el hombre se percibe una erección menos potente y duradera y una eyaculación menos abundante. La sensación de orgásmo también puede ser menos intensa que en la juventud. Por otro lado, enfermedades como la diabetes o cirugías en la próstata, que son bastante típicas a edades avanzadas, pueden afectar también a la erección.

Como consecuencia de los cambios hormonales de la menopausia, la mujer mayor presenta menor lubricación vaginal y pierde elasticidad en la vagina. Además, con la edad y los partos, los músculos que forman el suelo pélvico pierden fuerza y eso, aparte de provocar la ya conocida incontinencia urinaria, merma la sensibilidad de las paredes vaginales y la intensidad de los orgásmos. Es muy recomendable la práctica de ejercicios de contracción y relajación del músculo (Ejercicios de Kegel) y/o el uso de las bolas chinas para el fortalecimiento del suelo pélvico. Ambas opciones, además, mejoran la lubricación y la sensibilidad vaginal.

Las enfermedades cardiacas, pulmonares, los dolores musculares, la artritis...obligan a variar la frecuencia y ritmo de las relaciones sexuales así como las posturas pero no tiene mayores consecuencias.

En general se malinterpreta el concepto de sexualidad, centrándola en los genitales y, con ello, en las relaciones coitales. Debemos entenderla como una sexualidad global, en la que se disfruta de todo el cuerpo, de la cabeza a los pies. Y no solo en pareja, sino también a solas. Las dificultades con las que se pueden encontrar los ancianos prácticamente sólo afectan a las relaciones genitales. Pero no las impiden totalmente. Hay que apostar por la calidad más que por la cantidad en el sexo.

Cómo sexóloga, recomiendo fomentar el contacto físico, los abrazos, los besos, las caricias, los masajes...Quitar importancia y peso a la penetración y centrarse en el placer y la comunicación afectiva.

A estas edades nos encontramos con muchas personas sin pareja; viudas o separadas, que posiblemente no quieren dejar de disfrutar de una vida sexual. Por un lado se aconseja no descuidar las relaciones sociales, salir y conocer gente, hacer nuevos amigos/as y no cerrarse a la posibilidad de una nueva relación sexual o afectiva. Por otro, y eso aún teniendo pareja, recomiendo fomentar la autosatisfacción, el sexo con uno mismo, tratando de conocer su propio cuerpo (todo el cuerpo), masajeando y estimulando zonas sensibles. Éste "automimo" mejora mucho la autoestima y permite no renunciar a una vida sexual plena.

Nacemos sexuales y lo somos hasta que morimos, independientemente de nuestra capacidad reproductiva, salud o edad.

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